diciembre 10, 2007

La trampa

¡Horror! De nuevo caí en la trampa: la trampa de tu voz diciéndome "te quiero", la trampa de tus caricias y tus abrazos que pensaba honestos, la trampa de tu mirada arropándome en la ternura de tu ser. Hoy volví a estar contigo y me di el lujo de enamorarme en sólo cinco minutos. Hoy volví a caer en tu trampa y no sé que hacer, cómo reaccionar, dónde esconderme.

Otra vez embadurnado por tus mentiras, otra vez enloquecido por tu olor, otra vez asfixiado por tu presencia. Otra vez amándote como ayer. ¿Cómo me libero de tu trampa, niña mía? ¿Cómo hago para olvidarte sin padecer? ¿Cómo hago para librarme de tu esencia, que me dejó obsesionado con tu piel? No entiendo cómo podré lograr todo eso: no me entiendo cuando estás cerca de mí. Me pierdo en tu presencia pues eres un torbellino de todo lo que amo y detesto a la vez. Tan como yo: adorable por ello, despreciable por ello.

Eres tú la sonrisa franca en mi cara, eres tú mi pasión desbordada por querer. Eres tú la alegría contenida en meses de no sentir ni parecer. Hago el esfuerzo. Me dedico a olvidarte por meses; a emprender la titánica lucha de sacarte de cada uno de mis poros, a encerrar tu recuerdo en lo más recóndito de mi cerebro y a pensarme sin tí. Pero tú, terrible amiga de la franqueza y lo desinhibido, con dos palabras me desarmas. Con simplemente ver tu imagen, pierdo la razón. Se desborda la emoción que no he sentido en mucho tiempo y vibro con la cercanía a tí. Mal por mí, porque todo esfuerzo resultó fallido. Mal por mí, pues sé la verdad desde ayer. Mal por mí, por no mostrar fuerza de voluntad ante lo fatídico. Mal por mí, al saberme usado y ser lo suficientemente cínico para aceptarlo sin dignidad. Mal por mí, que no puedo librarme de tu trampa.

Sé que no me quieres como sueles decirlo. Puede que sí, añoro y deseo, pero también sé que eres de muchos otros, a los cuales les has asegurado la plenitud, como lo has hecho conmigo todo el tiempo desde que te conocí. Tengo miedo. Nunca había vivido una maldición igual. Una pequeña gran penitencia para mis múltiples pecados del amor. Una mujer imparable, incontestable, inamovible, es mi castigo por el daño que antes yo cometí. Y, aún sabiéndolo, te llevo en mi alma y te amo con todo mi ser. Lo niego, pero lo sé. Lo sé, porque lo siento. Me escondo ante la vergüenza. Seguro responderás a mis quejas con un guiño avasallador y la frase sarcástica exacta. Mañana será otro día y, si tú así lo decides, volveré a caer en la trampa, justo como lo hice hoy.

Sólo pa' tí, que lo sabes mejor que yo. Mi trampa.
Jerr. Diciembre 10, 2007.

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