febrero 18, 2010

Sobre el descuido del blog y esas cosas que deben admitirse

Sí, lo sé. He descuidado infinitamente este blog. De cierto no sé si alguien extrañe la falta de escritura de un servidor, pero eso sí, de alguna forma, me he sentido en deuda. Después de "tanto" tiempo de postear "tanto", como ustedes seguramente ya han notado, mi actividad ha disminuido gradual pero drásticamente. Entiéndase, la vida de un servidor público es siempre complicada y ajena a los tiempos que uno se encargó de organizarse previamente.

En fin, me he propuesto la meta de -al menos- publicar algo al mes. Pensé que podría una vez a la semana o una a la quincena, pero siendo realistas, se me dificulta mucho y la verdad es que, por lo mismo, han habido muchas posteos bastante insignificantes por no decir chafas. Sólo por cumplir la cuota imaginaria, caí en la tentación de poner cosas sin estar en momentos de verdadera inspiración. Ante lo que sólo me queda pedir y pedirme disculpas.

Así las cosas, habré de hacer lo posible por postear una vez al mes, algo verdaderamente interesante y/o valioso.

Dentro de esta serie de confesiones y justificaciones, debo decir que mi vida ha sufrido mucho vuelcos, de esos intensos e incontrolables, de esos azarosos y misteriosos. Sólo sé que me siento distinto en muchos aspectos y solemnemente paciente ante las cuestiones implícitas en la vida. Es un sentimiento sobre el que habré de elaborarles más adelante. Por hoy lo siento nada más. Y, seguramente, no necesita explicaciones, porque la claridad de su presencia me agobia, así como me alienta. Es algo extraño. Está involucrado con la aparición de alguien y con la eventual despedida, pero también lo está con respecto a los tiempos, a los cambios y a las necesidades variantes de un nuevo Yo, que se entremezcla con la voluntad vaga de quien ya sólo procura sostenerse ante un inmenso nubarrón de incertidumbre.

Por lo demás, todo bien.