diciembre 06, 2007

Ingratitud

En realidad, no sé que tan bueno sea hablar de ingratitud. Seguro es de lo más subjetivo, ya que "el ingrato" siempre lo será en función al otro, al que se ha sentido poco retribuido, reconfortado o reconocido. También deberíamos pensar dos veces si el término "ingrato" engloba el concepto que pretendemos entender. Supongamos que sí. Entonces, nos toparemos con ingratos por doquier. Sin duda, siempre habrá aquel que goce por no dar las gracias a lo que hagamos por él, ella, ellos o ellas. Y es que, como tantas cosas del mundo, no depende de nosotros.

Acotemos más el asunto. Hablemos de los "ingratos" en el amor. Hablemos de los que efectivamente son o fueron ingratos. En la vida hay tantos sin sabores y desvelos por las relaciones. Difícil sería conciliar absolutamente todos los puntos en nuestra vida con alguien más, por algo, entonces, existe la comunicación y el desarrollo del entendimiento y la tolerancia. Resulta que cuando una de las partes no admite más el desasosiego, ni quiere realizar más el esfuerzo de entender, se rompe una relación. Hay veces que este proceso se torna caótico, en donde de por sí ya había una carga inmensa de incertidumbre (que para todo fin práctico es lo que más le pega a la mujer y el hombre comunes). Habrá alguien que, quizás, evidencie un factor importante: la ingratitud.

La ingratitud del que sabía que algo no estaba bien y decidió cobardemente tomar la salida fácil o la ingratitud del que sabiendo que había algo insalvable nunca se atreve a decirlo como tal. Cualquiera de estas ingratitudes perturba, lastima, molesta, corroe, destruye. No es para menos, donde antes imperaba el amor y la felicidad, ahora queda la mentira y el engaño. Ahí es donde yace la ingratitud y lo que se percibe como ingratitud. Seguro dolerá ser víctima de un "ingrato", pero no es la mejor opción buscar que pague el ingrato. Simplemente, por alguna razón inesperada la vida siempre toma su rumbo, existe la ley del karma, se hace justicia divina, se aplica la ley de reacción newtoniana o como quieran que se le llame. El punto es que la ingrata o el ingrato, eventualmente, recibirán su merecido. El que se fue con otra más guapa y despampanante, la perderá por otro más joven y musculoso, cuando los años hayan pasado y él sea calvo y panzón. La que se fue con otro porque le hablaba más bonito, con el tiempo se dará cuenta que esas palabras estaban huecas y él es un vacío y pobre ignorante sin futuro alguno. El que engañó será engañado. A la que mintió le mentirán. El que ofendió será ofendido. La que humilló será humillada. Y así siempre será con los ingratos, pues la ingratitud se paga en vida. De alguna manera, se carga con la "maldición de la ingratud".

Ahora, si uno no es ingrato, puede que se caiga víctima de muchos que lo son, pero al final de cuentas el dolor sólo se presentará una vez. Para los ingratos el dolor es doble: el dolor mismo de la ingratitud, que seguro retumba en la conciencia (siempre pasa, a menos que se tenga un serio desorden emocional y eso sólo ocurre en uno entre millones); luego, cuando la vida ponga las cosas en su sitio y el ingrato sufra la ingratitud de alguien más ingrato todavía. Eso siempre ocurrirá.

A mi adorada promes Mariana.
Esperando que haya respuestas, donde a veces no las hay.
Jerr. Diciembre 6, 2007.

No hay comentarios.: