abril 30, 2008
Feliz Día del Niño
Por cierto, ¡feliz día del Niño!
abril 27, 2008
Oscuridad, tercera parte.
¿Has sentido la soledad que quema? No es como la soledad que apacigua. Mucho menos como la soledad que se disfruta y dibuja una sonrisa en la cara. Ésta, de la que hablo, es una soledad destructiva, maligna. Te hace pensar en las miles de cosas que no deberías pensar, te hace sentir las miles de cosas que no deberías sentir. Te hace, cuando menos, desear la muerte. Me refiero a esa soledad. La soledad que, en una vida normal, uno difícilmente siente, hasta que uno se halla en el borde. David estaba en ese mismo borde.
La advertencia de mensaje en su teléfono celular le había causado una emoción particular, combinada de terror y éxtasis. No era un simple miedo y una común dicha; eran terror y éxtasis. Sin embargo, la vida, burlona como es, le había tendida una mala jugada. Con esa combinación de emociones, sostuvo con fuerza el aparato y leyó el mensaje: un mensaje automático con una oferta de la compañía telefónica. ¡Estupideces del mundo! En el momento de mayor zozobra, la mercadotecnia seguía sin parar. De repente, vino a su mente la idea: “Si en estas condiciones, el mundo sigue en alguna parte, quiere decir que no estoy solo. Si todavía hay alguien mandando estos mensajes, el mundo sigue en alguna parte. Las máquinas no se manejan solas, hay alguien programándolas; el mundo sigue en alguna parte.” Entonces, revisó. La hora de envío del mensaje fueron las siete con cincuenta y cinco. Otra vez, el mundo seguía, pero siempre antes de la hora maldita de las ocho de la noche de hace dos días.
¿Dos días ya? Dos días de alucinaciones y temores. Dos días de esa soledad que quemaba. David decidió salir. Ahí, en la vieja casona, sólo le quedaba el augurio de la inanición eventual. Había perdido todo sentido de la precaución desde hace un tiempo. De alguna forma, aquella casona era su santuario, pero un santuario insuficiente. Sólo era un refugio temporal. Afuera había todo un mundo solo, pero basto, que había de explorarse en búsqueda de esperanza. Se dirigió a la cocina aquella mañana. Tomó de los estantes todo aquello que era útil y servible. El refrigerador despedía un olor terrible, después de dos días sin energía eléctrica. Tomó tres botellas de agua y una docena de latas de diferentes alimentos. Los metió en su vieja mochila, la misma que lo acompañaba desde la preparatoria en su estado natal. En ese momento, escuchó ruidos en el jardín de la vieja casona.
Aquella mochila... Tantos recuerdos... En su ciudad natal, dejó amigos, familia, novia. Nunca pensó en lo tanto que los quería, en lo tanto que los necesitaba, hasta ahora. Muy posiblemente, ya no existían. En esta catástrofe, pensaba David, sólo él, por algún designio que intentaba entender, se había salvado. Quizás había un motivo. Tenía que descubrir ese motivo. Su vieja mochila. En la misma en que llevaba sus cuadernos de estudio. En la misma que cargó los regalos para su novia y esas primeras cartas de amor. En la misma en que puso su ropa cada que salió a acampar con los amigos a los campos cercanos a su ciudad natal. Ahora, esa mochila era un instrumento de apoyo y salvación.
David temió lo peor. Se agazapó en la cocina, en un rincón, tras una alacena. Tenía miedo, pero más curiosidad. Los mismos gruñidos que había escuchado antes, sólo que esta vez era uno nada más y se conjuntaba con ruidos más conocidos: ladridos desesperados, un perro. Siguió escuchando. Pensó en asomarse por la ventana de la cocina, que daba al jardín, pero se contuvo. En ese momento, un quejido de dolor lanzó el perro y se hizo el silencio, tras unos ruidos que asemejaban masticar. Cerró los ojos y respiró quedamente. El sudor cubría todo su cuerpo. Había estado abrazando con fuerza su mochila, buscando la seguridad que le hacía falta. En eso, escuchó el azote del portón. Aquello había salido de la vieja casona.
Con temor, recogió su mochila y la puso en sus hombros. Finalmente, se asomó por la ventana y observó movimiento en los arbustos. Era algo pequeño. Definitivamente, no era aquello a lo que temía. En las cercanías, yacía el cuerpo del perro sin cabeza y rodeado por un charco de sangre. Salió rápidamente, sin voltear a ver el cadáver canino, se dirigió a los arbustos. Un pequeño cachorro temeroso, respiraba con rapidez y abría los ojos con miedo. David lo tomó y lo abrazó como nunca lo había hecho con ser vivo alguno, acercándolo a su cara y acariciándolo. Le dio de comer de una lata de pollo. El pequeño cachorro recuperó la tranquilidad. David decidió salir huyendo cuanto antes, al recordar que aquellas cosas siempre volvían por los restos de lo que habían dejado.
Mientras caminaba por las calles de lo que alguna vez fue una ciudad agitada, habitada por millones de personas, David recordó que justo ese día sería la cita con su amigo. En la plaza de San Jacinto, a las cinco de la tarde. Eran las doce del día. Pensó que, ya que no iba a ningún lado, mejor sería caminar con rumbo. Enfiló hacia la plaza. El entorno seguía siendo terriblemente gris, pero él caminaba con cautela y sin detenerse por las avenidas de la ciudad. Le parecía mucho más seguro caminar por los lugares más amplios, que por las calles, y así lo hizo. No se topó con una sola alma en el camino. El pequeño cachorro lo seguía con lealtad y, cuando se cansaba, David lo cargaba por un rato.
Eventualmente llegaron a una gasolinera cercana a la plaza de San Jacinto. Ahí se detuvo por unos minutos. Esa fue su tercera parada en el día para descansar. Sólo unas cuadras lo separaban de su destino final, de ahí tendría que ingeniárselas. Había pensado caminar hacia Ciudad Universitaria y buscar en su facultad. ¿Buscar qué? Lo que fuera. Y de ahí, caminar hasta su casa. Le daba risa siquiera pensarlo. ¿Lo lograría? ¿Qué más daba? Cerró los ojos y pensó en su casa. Una casa típica provinciana. Los olores delicados del campo y la simpleza de la vida rural. Escuchó ruidos nuevamente. Algo acechaba. Empezó a derramar lágrimas de impotencia, pero no se quebró. Se limpió con la manga de su camisa y levantó al cachorro. Se puso detrás de un despachador de gasolina y de reojo vio las inmensas sombras que se asomaban detrás de los automóviles abandonados en la avenida. Lo habían estado observando, quizás desde mucho antes que él se diera cuenta. Dio unos pasos hacia atrás. Dejó al cachorro en una jardinera, bien escondido, y le dijo: “No sé si sea mejor dejarte aquí, pero tendrás una oportunidad. No salgas hasta más al rato. Suerte.” Si el perro lo entendiera, nadie lo sabrá, pero David se lo dijo con el corazón en la mano.
Echó a correr. Como nunca en su vida. Agitadísimo. Solo. Imperturbable. Sólo era él y la firme convicción de correr sin parar. Su mente estaba en blanco. Quería llegar a la plaza. Era su objetivo. Seguro ahí estaba su amigo y algo se les ocurriría entre los dos. Tropezó en el empedrado. Sintió un fuerte golpe en la cara y el codo. Consciente de que no podía más, se arrodilló ahí donde cayó y cerró los ojos con fuerza. Sintió la respiración de ellos por la espalda, uno se quedó ahí y el otro lo empezó a rondar. Escuchó más bufidos y gruñidos por la calle. De repente, más ruidos y más ruidos. Todo era una vorágine alrededor. Respiró profundo. Sintió la respiración de los dos primeros más cerca y pudo percibir el aliento de uno de ellos sobre su rostro. Apretó más y más los ojos. Lo había intentado, pero los héroes sólo salen en las películas. Un lágrima rodó por su mejilla. Oscuridad eterna.
FIN.
abril 26, 2008
Corto de Disney: Los Tres Cochinitos
Walt Disney Pictures, Los Tres Cochinitos (1933)
abril 23, 2008
Opinión sobre la Reforma Energética y Anexas
Abril 23, 2008.
abril 21, 2008
Two good singers. One gorgeous girl.
Amy Winehouse, Rehab
Kid Sister feat. Kanye West, Pro Nails
abril 20, 2008
Un fragmentito de El laberinto de la soledad
Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
abril 17, 2008
Algunas impresiones sobre la cultura del personalismo político en México
La historia política de México ha estado marcada por la presencia constante de liderazgos políticos fuertes frente a las instituciones. Al margen de los esfuerzos de la “historia de bronce” por fomentar las figuras de villanos y héroes en la historia nacional, creo que es evidente la presencia de sujetos preponderantes en los procesos políticos de nuestro país e instituciones que se han visto rebasadas por éstos. Así, en la historia reciente de México se puede observar en el fuerte presidencialismo del sistema de partido hegemónico una clara evidencia de esto. No sólo está la institución sino todos los ritos y valoraciones que surgieron en torno a la figura presidencial: una institución paternalista que grandes sectores de la población consideraron capaz de todo. Incluso, hay quienes se aventuran hasta la época prehispánica para fundamentar los arreglos políticos “personalistas” en la figura del tlatoani[1]. Ejemplos históricos no faltan. Está la dictadura porfirista. También la época de los caudillos revolucionarios. Pedro Salmerón, historiador especializado en la época revolucionaria, dice que “[t]omando como base la tipología weberiana de la dominación carismática, varios estudiosos han analizado las dos formas más comunes que ésta asumió en México en los siglos XIX y XX, la del ‘caudillo’ y la del ‘cacique’.”[2]Cuando Plutarco Elías Calles, habló de pasar del “país de caudillos a un país de instituciones”, la intención era precisamente que los personalismos políticos dejaran de ser el punto medular de la institución[3]. La historia fue distinta. Innegablemente adheridos a una institución que no les permitía prolongar su tiempo en el poder más allá de los seis años legales, las figuras políticas dominantes hallaron cobijo en el fuerte presidencialismo del sistema de partido hegemónico[4].
Abril 17, 2008.
[1] Dice Roger Bartra, por ejemplo, que “la crítica al autoritarismo político ha buscado en el antiguo tlatoaninahua el origen del presidencialismo”; Roger Bartra, “Oficio Mexicano”, en Fango sobre la Democracia, Textos polémicos sobre la transición mexicana. Editorial Planeta, México, 2007, p. 184.
[2] Pedro Salmerón, Aarón Sáenz Garza: Militar, diplomático, político, empresario. Miguel Ángel Porrúa, México, 2001, p. 137.
[3] Pedro Salmerón dice: “Someter a los caudillos y los caciques al poder central significaba hacer pasar al país de la política personalista (caudillesca) a la institucional, o dicho en términos de Max Weber, de la dominación carismática, a la dominación legal.” En Pedro Salmerón, op. cit., p. 136. Aunque, por otro lado, Javier Garciadiego es muy claro cuando menciona que “la Revolución fue hecha, al menos discursivamente, para erradicar las dictaduras de nuestra historia.” (Las cursivas son mías). En Javier Garciadiego, “'Particularidades' históricas mexicanas”, Estudios, No. 80, Vol. V, ITAM, México, 2007, p. 69. Y es que, en los hechos, el “personalismo” presente en la institución presidencial (si bien no puede ser considerado una dictadura) fue el mantenimiento, de alguna manera, del liderazgo político personalista.
[4] Al respecto, Enrique Krauze habla de una “rutinización del carisma” como legitimación del nuevo Estado posrevolucionario; Enrique Krauze, La presidencia imperial. Tusquets, México, 2002, p. 32.
abril 15, 2008
Physical
Olivia Newton-John, Physical.
abril 13, 2008
Oscuridad, segunda parte.
[Continuará...]
abril 09, 2008
Primer aniversario
abril 07, 2008
Natalie's perfection...
abril 06, 2008
Un fragmentito de Todos tienen premio, todos
Emiliano Pérez Cruz, Todos tienen premio, todos.
abril 02, 2008
Varias ideas / Several ideas
P.D.: ¡Maravillas de posts en los blogs de mis queridos amigos itamitas! El de mi querida amiga, colega y líder de economistas, Nuria Valenzuela, me demuestra que la frivolidad es algo presente en todo itamita -admítanlo o no-, el punto: ir a comprar bras de Victoria's Secret a Washington le produce una emoción amplia. Mi comentario: ¡Tengo manos muuuy grandes, Nuria! El de mi querido amigo, matemático y quejón, Patricio Núñez, quien deja claro, una vez más, porque puede quejarse como ninguno al hablar de los nuevos pecados sociales. Cito su texto: "Esto representa todo un dilema moral para todos nosotros, gente de bien, y porque no, gente bien. Y es que, o sea, si le doy mi dinero a un pobre, pues entonces dejo de contribuir a la pobreza y dejo de acumular riqueza, pero entonces estaría contribuyendo a mi pobreza y él empezaría a acumular riqueza. Esto nos convertiría en un par de pecadores condenados a las eternas llamas del infierno." Jajaja. Mi comentario: Tan cierto como es. ¡Bravo a ambos! Sigamos por el camino del neoliberalismo... Digo, recuerden: Por una sociedad más libre, más justa y más próspera.
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