marzo 11, 2008

Visita al Centro Histórico de la Ciudad de México: Tres exposiciones

Hoy me dispuse a disfrutar un día. Disfrutar un día para mí y nada más. Un día, precisamente, llano y simple. Me da preocupación pensar en perder ese tipo de detalles en mi vida. Últimamente, la dimensión política de mi vida y la inminente dimensión laboral de ella dificultan eso. No pretendo que ésto se oiga mamón o victimizante, sólo es así. Ya no puedo ni siquiera sacar a mi perro a pasear sin que algún vecino salga al paso a pedir que haga o gestione tal o cual cosa, o en el menor de los casos que les hable de política. No está mal. Me agrada saber que puedo ayudar a la gente y que, gracias a ello, gano reconocimiento (el cual es infinitamente necesario en la onda política). Sin embargo, extraño los días simples. Sin juntas, sin política, sin estar rodeado de personas, sin preocuparme de lo que hago o digo, ya saben. Y hoy decidí tomarme el día y hacerme un día de ésos, llano y simple. Ahora que he sacado mis frustraciones -de las cuales disfruta burlarse mi querido amigo, colega y yunquista, Carlos Martínez-, entraré en materia.

Como debía ser un día llano y simple, empecé por el medio de transporte. Así pues, no usé mi coche. Usé el democrático y popular transporte colectivo. Dejaré de lado las historias vividas en el Sistema de Transporte Colectivo Metro, pues, de otra manera, me parecería a mi querida amiga, colega y fashionista, Angélica Lofer. Arribé al Zócalo, con el pequeño morral de mis aventuras de antaño (y que ahora sirve para mis chacharas de gimnasio) colgando de mi hombro y me topé con sendos marchistas y pejistas repartiendo periódiquillos. Esta vez no llevaba chacharas de gimnasio, sino las llaves de mi casa, un libro y un lápiz. Me topé con el Museo Nómada, pero decidí dejarlo al final.

Enfilé rumbo a Bellas Artes. Antes de llegar a la Torre Latinoamericana está el conocídisimo Antiguo Atrio del Templo de San Francisco. Ahí pude disfrutar de la exposición El amor hasta la locura: Arrebatos eróticos y místicos, originalmente expuesta en el Museo Soumaya. Desde el principio, nos dicen que no debemos sorprendernos de la presentación común de elementos eróticos y místicos, pues no se considera a los segundos como una sublimación de los primeros, sino como complementarios. O sea que lo divino no tendría porque dejar de ser terrenal, sino que el amor terrenal puede bien expresar el amor trascendental de lo que está más allá de lo evidente. En todo caso, ese amor nos conduce a la locura. Y, efectivamente, así es. El amor, para ser amor, debe ser totalmente ajeno a cualquier acto cuerdo, racionalizado, reflexivo. Es en la espontaneidad del acto amoroso donde está la verdad del mismo. No es cuestión de entender, sino de sentir. (Así me pasa con una flaquita bonita, a la cual no busco entender porque me muero en el intento, ¿verdad?) Por eso es que la locura es esencial para el amor. Sin locura, el amor deja de serlo. Y aquí vendrá el juicio salvaje de mi querida amiga, colega y líder de economistas, Nuria Valenzuela, quien afirma mi "intensidad" en las cuestiones amatorias.
Algunas frases al pie de las obras para recordarse:

"La medida del amor es amar sin medida."
San Agustín.

"El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado, vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo."
Octavio Paz.

"Cuando en el amor no hay locura, no es amor."
Pedro Calderón de la Barca.

- ¿Qué es lo que hace que tus horas sean tan largas?
- El no tener aquello que las acorte.
William Shakespeare.

Después seguí mi camino y en el Fomento Cultural Banamex disfruté y aprendí en México. Liberalismo y modernidad, 1876-1917. Voces, rostros y alegorías. Sobre ésto me gustaría destacar la importancia de la ideología liberal como un supuesto conductor hacia la modernidad. Evidentemente, la preponderante idea de progreso en la ideología liberal es el motor de la propuesta moderna de quienes ostentan esta ideología. Desde luego, depende de lo que nos signifique progreso, de lo que nos signifique modernidad. Históricamente en México, el liberalismo ha estado presente como garante de la "salvación nacional". Para mí es bien notorio considerar que Maximiliano y Juárez tenían propuestas ideológicas prácticamente iguales y, sin embargo, el Benemérito luchaba contra Maximiliano a quien veía como una imposición del imperialismo europero. Sólo que Juárez nunca pensó que él ya había caído víctima del imperialismo europeo al imponerse el liberalismo como ideología. Polémico mi argumento, pero así lo pienso. Peleando contra Juárez, un Porfirio Díaz "redentor" continuó con las tendencias liberales. Defendió los principios de progreso y crecimiento por sobre los de la democratización del país, porque justamente creía que la democracia vendría hasta que el país tuviera satisfechas sus necesidades materiales. Después, Madero también fue liberal y peleó contra el mismo proyecto liberal del Porfiriato. Los constitucionalistas fueron liberales e hicieron una constitución pintada de esos detalles, y otros cuantos. Aunque el "nacionalismo revolucionario" matizó el liberalismo (relegándolo en el discurso), su fantasma rondó nuestra política y develó su presencia cuando bajo el manto protector del mismo "nacionalismo revolucionario" tomó la cara de un "liberalismo social" en el salinato. Y, bueno, ya después se tornó en un evidente neoliberalismo, del cual padecemos en los gobiernos panistas. Liberalismo siempre presente. Lo que nos hace ver algo que debería ser evidente: el proyecto ha sido el mismo (prácticamente, lo sé, no totalmente); las luchas han sido por el poder en su aspecto más descarnado, por quién lo ostenta, nos indica este recuento.


Finalmente, la tan promocionada Ashes and Snow de Gregory Colbert en el Museo Nómada en plena plancha del Zócalo. Bueno, me dejó mucho que desear. Seguramente la experiencia hubiera sido otra si no hubiera habido tanta gente. (Me imagino a los pobres que han tenido que verla en pleno sábado a la hora pico. Sí, lo digo por tí, Jess. Jajaja.) Aún cuando fui en martes a medio día, había una cantidad enorme de personas. Es horrible no poder apreciar nada, porque tienes el constante "murmullo" escandaloso de mil personas en el sitio, por los empujones, por las cabezas que sobresalen por encima de las fotografías. Cabe decir que, para ese momento, las casualidades de la vida hicieron que me topara con mi mejor amigo en el Centro, quien estaba en la biblioteca de la Suprema Corte de Justicia en aquellos momentos haciendo una investigación. Me fue fácil cooptarlo y secuestrarlo. Sé que no fui sólo yo el que sintió aquello con la experiencia Ashes and Snow, pues Costeño afirmó sentir lo mismo. Mi propuesta: Sí entrada libre, pero con acceso controlado. Es decir, ir pasando a la gente por grupos de cien o ciento cincuenta personas, máximo. Calcular tiempos para despejar el sitio. La experiencia sería infinitamente más placentera. Por otro lado, pude disfrutar mejor los videos. Me quedó claro que la convivencia y coexistencia del hombre con el mundo animal es más que factible, según lo ahí observado. Ojalá hayan más osados que entiendan que así debe ser, que entiendan que somos parte de un mundo simbiótico donde el ser humano no lo es todo y debemos ver por los demás seres, debemos respetar nuestro entorno.

Como ven, por la longitud del post, fue un día que disfruté. Llano y simple. Así me gusta. En su momento, quizás, habré de extrañarlo. Por ahora, lo disfruto al máximo.

2 comentarios:

Osvaldo Antonius dijo...

Si, el centro histórico tiene algo... ¿sabes que es lo mejor de todo? que en la mayoria de los casos es gratis! cierto que hay que lidiar con harta gente (cosa que se solucionaría si cada vez hay mas difusión a proyectos similares), pero se disfruta, de verdad que si.

Liberalismo y seguimos en las mismas, ¿será coincidencia? tal vez haya que cambiar de enfoque, ¿no te parece?.

Saludos!

Jerrophus VII dijo...

Justo ese es el punto, mi querido Espinacas. (Sobre lo que comentas del liberalismo.)

¡Abrazo!