febrero 24, 2008

Lectura dominical

El día de hoy leí -y estoy a punto de terminar- el premio Pulitzer de novela 2007, La carretera de Cormac McCarthy. Sí, el mismo que escribió No country for old men (Traducción novelera: No es país para viejos; traducción peliculera: Sin lugar para los débiles). Quizás les suene porque hace unos instantes Javier Bardem ganó un premio Óscar por su actuación en la película basada en esta novela. Novela corta (doscientas páginas), pero no por ello inmensa en sus dimensiones literarias. Rápido, rápido, rápido. Las frases cortas de McCarthy nos van guiando a un mundo apocalíptico. La frustración, la desesperación y la desesperanza están presentes todo el tiempo. Mientras deseas aventar el libro para olvidarte de lo que lees en él, te mantienes expectante y no puedes dejarlo más que para descansar la vista y poder dar una vuelta a tu alrededor, asegurándote de que lo que lees -por ahora- es sólo ficción. Un fragmento aquí, largo e inquietante, para abrirles boca. Cien por ciento recomendable.


Somos supervivientes, le dijo desde el otro lado de la lámpara.
¿Supervivientes?, dijo ella.
Sí.
¿Se puede saber de qué demonios hablas? No somos supervivientes. Esto es una película de terror y nosotros somos muertos andantes.
Te lo suplico.
Me da igual. Me da igual si lloras. Para mí no significa nada.
Por favor.
Basta.
Te lo suplico. Haría cualquier cosa.
¿Como qué? Debería haberme decidido hace ya tiempo. Cuando quedaban tres balas en la pistola en lugar de dos. Fui una estúpida. Ya lo hemos hablado un montón de veces. No me he convencido yo sola de esto. Me han convencido a la fuerza. Y no puedo más. Incluso había pensado no decirte nada. Probablemente hubiera sido lo mejor. Tienes dos balas y luego ¿qué? No puedes protegernos. Dices que darías la vida por nosotros pero ¿de qué sirve eso? Sino fuera por ti me lo llevaría conmigo. Sabes que lo haría. Es lo más adecuado.
Estás desvariando.
No, estoy diciendo verdades. Tarde o temprano nos cazarán y nos matarán. A mí me violarán. A él también. Nos van a violar y después de matarnos nos devorarán pero tú no quieres reconocerlo. Tú prefieres esperar a que eso pase. Pues yo no. No puedo. Se quedó allí sentada fumando un tallo enclenque de parra seca como si fuera una especie de extraño cigarro puro. Sosteniéndolo con cierta elegancia, la otra mano sobre sus rodillas recogidas. Ella le miró del otro lado de la pequeña llama. Antes hablábamos de la muerte, dijo. Ya no. ¿Y sabes por qué?
No. No lo sé.
Porque la muerte está aquí. No hay otra cosa de que hablar.
Yo no te abandonaría.
Da igual. Eso no significa nada. Puedes considerarme una pérfida zorra si así lo quieres. Me he echado un nuevo amante. Él puede darme lo que tú no.
La muerte no es ningún amante.
Por supuesto que sí.
Por favor no me hagas esto.
Lo siento.
Yo sólo no seré capaz.
Pues no lo hagas. Yo no puedo ayudarte. Dicen que las mujeres sueñan con el peligro que acecha a sus seres queridos y que los hombres sueñan con el peligro que corren ellos mismos. Pero yo no sueño nada. ¿Dices que no eres capaz? Entonces no lo hagas. Así de sencillo. Porque yo ya estoy harta de mi prostituido corazón y lo estoy desde hace tiempo. Hablas de tomar una actitud pero no hay ninguna actitud que tomar. El corazón me lo arrancaron la noche en que él nació, así que ahora no pidas que me dé pena. No hay pena que valga. Es posible que lo consigas. Lo dudo, pero quién sabe. Lo único que puedo decirte es que tú solo no sobrevivirás. Lo sé porque yo nunca habría llegado hasta tan lejos. Una persona que no tuviera a nadie haría bien en apañarse un fantasma más o menos pasable. Insuflarle vida y mimarlo con palabras de amor. Ofrecerle migas de fantasma y protegerlo con su propio cuerpo. Por lo que a mí respecta mi única esperanza es la nada eterna y la deseo con toda mi alma.
Él no dijo nada.
No tienes argumentos porque no los hay.
¿Te despedirás de él?
No.
Espera al menos hasta mañana. Por favor.
Tengo que irme.
Ella se había puesto ya de pie.
Por el amor de Dios. ¿Qué voy a decirle?
No puedo ayudarte.
¿A dónde vas a ir? Si ni siquiera ves.
No me hace falta.
Él se puso de pie. Te lo suplico, dijo.
No. No me despediré. No puedo.

Cormac McCarthy, La carretera.

P.D.: No country for old men ganó el Óscar a Mejor Película. En los agradecimientos se hizo referencia a la historia de... Cormac McCarthy.

No hay comentarios.: