agosto 10, 2007

Un fragmentito de El Padrino

Durante el viaje de vuelta a Nueva York, Michael Corleone se relajó y trató de dormir. Fue inútil. Se acercaba el período más difícil y tal vez peligroso de su vida, y nada podía hacer para demorarlo. Tras dos años de preparativos, todo estaba dispuesto, todas las precauciones habían sido tomadas. La semana última, cuando el Don anunció formalmente a sus caporegimi y a otros miembros de la Familia que se retiraba, Michael supo que esa era la forma que había escogido su padre para decirle que había llegado el momento.
Hace casi tres años que había regresado a casa, y habían transcurrido más de dos desde que se casara con Kay. Aquellos tres años los habían invertido en estudiar los negocios de la Familia. Había pasado muchas horas al lado de Tom Hagen y del Don. Ahora que lo conocía, le maravillaba el poder de la familia Corleone, así como su enorme riqueza. Poseía muchos y valiosos inmuebles en la ciudad de Nueva York, tenía intereses en dos financieras de Wall Street, en diversos bancos de Long Island y en algunos grandes almacenes, además de invertir en el negocio ilegal del juego.

Mario Puzo, El Padrino.

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