mayo 30, 2008

Voces

Voces retumban en mi mente por un rato. Después, mientras soñaba profundamente, las voces se apagaron y seguí perdido en mi letargo somnoliento.

Como siempre, en el camino, observando. Como siempre, en el destino, alguien llorando. Hace tiempo que no lloro, la última vez que lo hice, fue la más amarga y profunda. La que no he podido sanar, la que me enseñó a no volver a llorar así, la que se acabó mi sentimiento. Ahora, a mi derecha, justo alguien así. No es de mi incumbencia. Las voces de nuevo llaman. Las voces que no se callan. Las voces que retumban en mi mente por un rato. Ahora no se callan. ¿Qué pasa? Las reconozco y las siento parte de mí. Las acaricio, las hago mías; me pertenecen tanto como mi vida misma. Me sujeto a ellas y ellas a mí. Las voces del triunfo y la gloria.

Tomé el autobús a casa. El mismo de siempre. Las voces nunca me dejarán solo. Me acompañan y, sin callar, se revuelven entre la demás gente, que ilusamente no las entienden, no las pretenden, no las escuchan. Me lastiman, de repente, pero es por mi bien. Mis únicas amigas y mi intensidad corpórea en ellas y para ellas. Las voces del infinito sugiriendo a mi alma las bajezas más simples y las metas más altas. Las voces de la secrecía advirtiendo de peligros y lanzándome a la aventura. No son siempre las mismas, pero sí están siempre presentes.

Al primer estallido, me sujeté con fuerza al asiento de mi oficina. Las voces me calmaron.

No hacen falta revelaciones ni alusiones; el magnífico compromiso nos ha dominado. Un control inmenso y el poder único del que se sabe superior. Mis amigos han empezado a temer por mi comportamiento errático, pero les aseguro que lo único errático es su presencia elusiva. Mis amigos, las voces, me retienen delicadamente. Mi ausencia no es su mejor opción.

Ayer, llorando nuevamente, tras años de no hacerlo, me acerqué a tu cara y la besé. Reencontrando la pasión que sólo desata el amor verdadero, perdí a las voces. ¿Dónde estaban? Cayendo en cuenta de ello, solté tu mano. Me llevé las manos a las cabezas. Las voces ya no estaban. ¿Por qué? Corrí y corrí, pero eso no las regresó. Y, desde entonces, las he buscado, pero el silencio de mis amigos me ha ensombrecido el destino. Con ellas se fue la esperanza. Cada vez más lejos, observaste mi desgracia. Un día, el más silencioso de todos, las voces soltaron destellos de luz por el cielo. Lloré de la emoción, mas no las vi de nuevo. Ahora ya sé lo que quiero. Me quedé en el silencio más absoluto que cualquiera podría. El silencio de las voces sería mi silencio. Y seguramente las reencontraré en la eternidad. En silencio y hasta la inanición, me fui a buscarlas.

Jerr. Mayo 30, 2008.

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