mayo 18, 2008

Lo que pasa alguna vez en la vida

Sí, a pesar de todo, me están leyendo en este momento. En realidad, no debería, pero las circunstancias malignas así lo decidieron. Y quiero escribir un poco en modo de catarsis.

Este sábado 17 de mayo prometía ser uno de los mejores días de mi vida. En cierto momento, sí lo fue. El caso es que empezó el Festival Xtremo, después de muchos desordenes de organización (empezando por el repentino "cambio de sede", de la Marquesa al Ajusco). En realidad, los grupos estaban más bien X, pero había dos que bien valían la pena de comprar el boleto e irse a dar una vuelta por la naturaleza: Moby y Underworld, en ese orden. Empecé a dudar en asistir cuando vi los serios desordenes, como la falta de horarios, el cambio de sede, no habían contactos para el evento. En fin, cosas por el estilo. Finalmente, mi amor por Moby me hizo ceder. Debo decir que el evento estuvo muy mal. Tardamos en salir, por el motivo de siempre: las mujeres y sus inexpicables tiempos. Pero eso es arroz de otro costal. Llegamos al lugar a las 6 p.m. habiendo salido a las 3 p.m. ¿El motivo? Mintieron con respecto a la ubicación. Mientras que su mapita mostraba que el evento sería "ahí a la vueltecita" del Blvd. Camino Picacho-Ajusco, terminamos tomando una carretera (esa sí, en perfectas condiciones) hasta el municipio de Xalatlaco, Estado de México. De haber sabido, hubiera tomado el camino más accesible por tierras mexiquenses. Llegamos y había que tomar miles de caminos de terracería, para finalmente dejar el coche a cientos de metros de distancia de los escenarios. Ok. Decidimos que andar cargando la casa de campaña no era la opción, así que, en cuanto supiéramos qué onda con todo, volveríamos por ellas. Hasta entonces, Carlos, Marce y Vania Covarrubias y su servidor íbamos relativamente felices, a excepción de un incidente con los boletos de los primeros tres, porque yo ya tenía el mío.

Al llegar, descubrimos un pésimo ambiente. Música mala y, como se iba haciendo costumbre, falta de organización interna. Lo único salvable hasta antes de la tragedia fue escuchar un grupo de covers de The Rolling Stones y a Ganja, de lo poco que conocía en el escenario de reggae. En fin, cenamos unas hamburguesas de pollo y unas chelitas. Carlos y yo emprendimos la odisea hasta el estacionamiento. Recogimos la ropa de las chicas, las mantas y cobijas, y la casa de campaña. Al regreso, unos individuos se nos acercaron argumentando que eran de seguridad y que nos moviéramos del camino por el que íbamos, porque no podíamos estar ahí. Le dije a Carlos que nos hiciéramos a un lado. Uno de estos monos me pidió ver mi pulsera del evento. Ahí pensé: "Estos weyes han de creer que andamos husmeando." Y que nos asaltan. Me quitaron mi amado celular N75, la cámara de fotos nueva (la que todos llegaron a amar en los últimos eventos) y dinero (afortunadamente, al pedirles que mínimo me dejaran mis documentos, lo hicieron). Entre lo demás, se robaron la ropa de Marcela y Vania, cobijas y mantas, la chamarra de Carlos y su pureza y dignidad (¡Ah no! Eso no). Nunca vi una pistola, aunque la mencionaron, pero sí sentí un cuchillo en mi cuello y cara. Yo, desde el inicio, les dije que no había bronca, que les daba lo que traía, ya que mi temor inicial fue un secuestro y no un asalto. Para desventaja mía, el ser grande les hace creer que me les voy a poner al tú por tú muy fácil. Evidentemente, no es el caso si tengo un cuchillo en la garganta en un paraje perdido del bosque mexiquense. Desde luego, sobre de mí se fueron dos, el joven y el de "la pistola". Sobre Carlos, el del cuchillo, pero, por alguna razón, en un momento se vinieron los tres sobre de mí. Dejando tirado y en shock a Carlitos. En fin.

Cuando reaccionamos, mi preocupación inicial fue por mis papás. Aunque siempre he puesto mis números por nombre (es decir, al número de casa no le pongo CASA sino lo tengo bajo el nombre de mi mamá) y aunque me dejaron mis documentos, se llevaron mi tarjeta del seguro de gastos médicos, tenían acceso a mis datos y podían buscar y yo que sé. Mi intención era llamar a mi casa para que supieran que estaba bien, por si les llamaban diciéndoles que estaba secuestrado o algo. Además de mi carencia de celular, en aquel lugar no había un ápice de señal, no había contacto con el mundo exterior. Fui por ayuda a la entrada. Nadie me peló. El jefe de seguridad se vio "preocupado", pero "no podía hacer nada". No tenían ni un sólo teléfono de emergencia, satelital o NEXTEL. ¿Cómo es posible? Cosas peores podrían pasar y no había nada para comunicarse con el mundo exterior: la última señal de celular la tuvimos a 5 o 6 kilómetros de ahí. Rápidamente pensé en los medios de comunicación. Ahí tampoco tenían nada de señal, pero un camarógrafo traía su NEXTEL y me lo prestó, logró salir la llamada y hablé con mi papá para que estuvieran tranquilos. Yo quería regresarme a la casa. En todo caso, ya no teníamos nada. (Por suerte, guardé las llaves de mi coche en la chamarra que traía debajo del impermeable, así que nunca las sintieron.) La bronca era que Vania estaba un poco histérica por lo sucedido y no quería regresarse en la noche en una carretera sola en medio de la nada. Y tenía razón en parte, pero no podíamos quedarnos. Los de 52MX nos ofrecieron irnos con ellos en caravana, pues sólo grabarían a Moby y en cuanto acabara y recogieran, como a las 2 a.m., saldrían hacía el DF. Aceptamos. Ahora el detalle era sacar el coche del estacionamiento a cientos de metros de distancia, para el cual había que subir un cerro plagado de asaltantes nocturnos.

Llegó un jefe de protección civil del municipio y levantó de los negocios de comida a las afueras del lugar a varios hombres para que emprendiéramos una "búsqueda" de los "rateros". Les describí a los tipos. Ellos aseguraban que no podían ser del lugar, pero era más que evidente que lo eran. Sobre todo, agradezco a la gente honesta de la zona, se "prendieron" a la mención de nuestro asalto. Agarraron hachas y machetes. Como dijo un buen hombre: "Aquí no aceptamos estas chingaderas, si 'orita los encontramos, les partimos su madre." Nunca los encontramos, pero nos escoltaron al estacionamiento. Dejamos nuestro coche donde los medios, para esperar irnos con ellos. Escuché a Moby y fue maravilloso, por más de una hora me hizo olvidar el trago amargo. En vivo es otra cosa. Al ser insiders del "backstage" pude estar muy cerca de él y me hice cuate de su staff, de los cuales sólo obtuve algunas fotos (con la cámara que sobrevivió al quedarse con las chicas) de Moby desde el mismo escenario, pero yo quería una foto con él. El Chico Regio, único mexicano en su staff, nos dijo que intentaría que posara conmigo para una foto, pero que sería difícil porque Moby había dado instrucciones de salir inmediatamente en cuanto terminara. No se me hizo, pero lo vi muy de cerca. Amé de nuevo la vida. Me quedé pensando en algo que me dijo el Chico Regio, mientras esperábamos que bajara Moby del escenario, junto a unos coladillos de la prensa hidrocálida: "Ni modo, amigo. Lo que te pasó, es algo que a todos nos pasa alguna vez en la vida." A mí nunca me habían asaltado, gracias a Dios. Nos fue bien, porque cómo dijo Carlitos, no les costaba nada hacernos algo más, al estar solos, en medio de la nada, sin comunicación y sin testigos. Lo material no importa, efectivamente. Más vale que salimos para contarlo. Con algunos rasguños y golpecillos, pero estoy bien. Da mucho coraje perder tus cosas, sí, pero se reponen eventualmente. Lo que me parece triste es que hayamos llegado al punto en que ya es algo "obligado" ser asaltado, o sea, como dijo Regio, "es algo que pasa alguna vez en el vida". Eso no me gusta. Aceptamos y concedemos. No sé si sea lo mejor tomar la justicia por propia mano, pero la valentía de los lugareños al intentar enfrentarlos para evitar que se propague en aquellas zonas algo que no admiten, te deja pensando en que el involucramiento con los problemas que nos afectan es más que importante.

Abiertamente, desprecio totalmente la falta de atención de los organizadores del evento, la pésima organización y todo lo que ello conlleva. El estacionamiento debería estar más cerca y deben tener más elementos de seguridad si es que lo ponen tan lejos, para que patrullen. De entrada, no debería ser en un lugar donde no se tenga comunicación con el mundo; implica serios problemas. Además, las condiciones del evento en términos artístico-culturales dejan demasiado que desear. La infraestructura y logística estuvieron muy mal, dejando de lado lo que me pasó. Si escuchan Festival Xtremo es sinónimo de pésima calidad y la verdad es que no estuvo nada barato como para justificarlo. No lo recomiendo.

De lo bueno, me quedo con la hora y cachito de Moby. Oir Extreme Ways, Beautiful y Porcelain en vivo, no tiene precio. Por algo es el Dios de la Música. Vania y Carlos, que no eran fans, se convirtieron. Me hice amigo de un jefe de protección civil de Xalatlaco, de un grupo de excelentes xalatlaquenses, de camarógrafos y gente de producción de 52MX, de un fotógrafo y un periodista de Aguascalientes y de algunos del staff de Moby. Lo demás, regresará. Lo importante es que yo regresé a casa.

IMPORTANTE P.D.: Daños colaterales: Los teléfonos de mis amigos y familiares estaban en ese celular, dado que es el privado. Cuidado con llamadas misteriosas. Lo dudo, porque eran "raterillos de pueblo", pero más vale. Por el momento, me pueden encontrar en el número público, dado que mi número privado ya está cancelado, es decir, el de terminación 92. Si pueden reenvíenme sus números por mail o mensaje a mi celular público, al de la chamba y política, porque los números actualizados de varios de ustedes sólo los tenía en el que me robaron.

1 comentario:

Unknown dijo...

Jerr, no había tenido tiempo de leer... hoy me tomé unos minutos para hacerlo y creeme, bendito sea que no te pasó nada y lo puedes contar. Hijos de su putisima madre... que no creo que tengan.

"Shit happens"