agosto 21, 2008

Inseguridad

Vaya... ¿Qué decir? Verdaderamente estoy consternado por las palabras que dijo Alejandro Martí en la reciente reunión de los diferentes sectores políticos y sociales, con respecto a la inseguridad que se está viviendo en el país, durante la firma del Acuerdo Nacional de Seguridad del Consejo Nacional de Seguridad Pública. Este hombre perdió a su hijo ante la barbarie de delincuentes sin el menor atisbo de moral.

Sin duda alguna, el más firme compromiso de todo gobierno debe ser dar un marco de paz social para el desarrollo integral de los ciudadanos. ¿Qué pasa cuando no se cumple con la esencia misma del Estado según Weber: el monopolio (legítimo) de la violencia?

Martí tiene un punto válido y entendible: "Sino pueden, renuncien." Mencionó que habemos (y sí, me incluyo) jóvenes no maleados dispuestos a darlo todo para cambiar la situación actual. Sin embargo, ¿qué tanto me durarán la valentía y las ganas de mejorar las cosas? Es muy posible, dada la situación, que me dure hasta que no padezca la violencia en mis seres queridos o en mi persona. Es, entonces, cuando nos enfrentamos a nuestro peores miedos y, entendiblemente, reculamos.

La cosa no es sólo de las autoridades; el cambio se dará hasta que todos nos subamos al barco y entendamos que nuestra contribución cotidiana, por más simple e imperceptible que parezca, es importantísima para abonar a ese gran ente que somos como sociedad. Difícilmente es el caso de los mexicanos. Tendemos a creer que siempre hay un responsable, ajeno a nosotros, quien debe responder por todos los males que padecemos. Desgraciadamente, nos cuesta trabajo ver la viga en el ojo propio. En fin, desde aquí, mando esta reflexión para los pocos o muchos que me lean. Esperando que surjan reacciones conjuntas ante el feroz reto que nos presenta el crimen. Precisamente, como dijo por ahí un comentarista, la solvencia del crimen es que es crimen "organizado", mientras que nosotros -como sociedad- estamos "desorganizados".

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