octubre 15, 2007

Medio ambiente nuestro

Yo creo que todo empezó con una percepción de que el problema era local. Los problemas sobre contaminación ambiental tenían un fuerte tufo a ser sólo de las ciudades donde ocurrían, que era un mal endémico a la urbanización desenfrenada y todo lo que ella conlleva. Así pues, las estrategias fueron en el sentido de reducir la emisión de gases y el desuso de productos nocivos para el medio ambiente. A finales de los años 1970s ya era notorio que las cosas, en términos ambientales, en la Ciudad de México no iban muy bien del todo, fue entonces que se creó el IMECA, para medir los niveles de contaminación del aire. Pero no fue sino hasta mediados de los 1980s cuando se tomaron medidas más fuertes, como declarar muchas zonas de la Ciudad en áreas de reserva ecológica, y a finales de esta década empezó el llamado Hoy no circula. Tengo la percepción, como decía desde un inicio, que al principio el tema del daño al medio ambiente era visto desde una perspectiva muy local, las estrategias se dirigían en ese sentido. Se procuró sacar las industrias pesadas de las zonas urbanas para incrementar los niveles de calidad de vida. También recuerdo mucho que, por aquellos años de fines de los 1980s y principios de los 1990s, había mucha preocupación por las sustancias que hacían daño a la capa de ozono, como los fijadores en spray.

Sin embargo, con los años, nos dimos cuenta que el problema no era sólo de las ciudades. En realidad, el problema es global. Entre las tantas cosas que nos ha venido a proponer, a imponer y a enseñar la globalización es que en ésto no estamos solos. Aunque sacamos las fábricas de las ciudades, éstas siguieron emitiendo gases nocivos para el planeta y, por ende, para nosotros. En el debate sobre el calentamiento global y el cambio climático, hay quienes lo enfocan a que es cuestión natural, pues el Sol está calentando más hoy en día. Aún si fuera esto cierto, creo que es evidente que la actividad humana ha tenido una injerencia fuerte al respecto. No creo que la innegable existencia de un agujero en la capa de ozono se le pueda atribuir a un "efecto natural", cuando hemos visto como este agujero se ha venido ensanchando en los últimos años, años en los que la actividad industrial contaminante ha crecido de forma desmedida. Supongamos que, en gran parte, fuera cosa de un Sol más enjundioso, eso no hace inútil trabajar por reducir las actividades humanas que sabemos afectan al medio ambiente. Así que no hablamos de algo menor o insignificante; hablamos de hacer lo que está en nuestras manos para mantener la calidad de vida en el planeta en el que vivimos y del cual, por lo pronto, no tenemos cómo salir.

Actualmente, el problema es uno de economía política, según lo interpreto. En efecto, se sabe que hay actividades humanas que afectan al medio ambiente (dejando de lado si son la principal fuente del cambio climático y el daño ecológico o no), el problema, al querer avanzar la agenda al respecto, está en que los incentivos políticos no dan para ello la mayoría de las veces. Dicen Lorenzo Rosenzweig y Michael Rattinger en su texto México y el cambio climático: "El medio ambiente con frecuencia es una de las primeras víctimas a la hora de definir prioridades políticas". Y es muy cierto: no hay ejemplo más claro que la negación del gobierno de EUA a ratificar el Protocolo de Kyoto, el cual pretende reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Por principio, George W. Bush no se quiere dar el lujo de perder el apoyo político-económico de los grandes industriales, que evidentemente serían lastimados en sus operaciones y beneficios al aceptar el Protocolo de Kyoto. También, tenemos el ejemplo de los nuevos grandes de Asia, China e India. Mario Molina, premio Nobel mexicano, lo dice claro en una entrevista: a los gobiernos de China e India les preocupa que muchas de las medidas a favor del medio ambiente limiten su desarrollo (que yo matizaría en crecimiento, eso les preocupa en todo caso, pues el desarrollo implicaría ineludiblemente en sus prioridades el aspecto ambiental). En esta misma entrevista, Mario Molina dice bien de que se trata todo esto: "Y esto sólo se puede resolver desde el gobierno, no con la mera buena voluntad de la gente -aunque eso sirve, y tiene que haber conciencia. Pero la mejor conciencia, más que nada, es la que sirve para presionar al gobierno a actuar."

Entonces, si la cuestión es de economía política, démosles incentivos a nuestros políticos para ponerse a pensar en el medio ambiente y en políticas públicas al respecto. Hagamos que el costo de ignorar a la ciudadanía y a los problemas ambientales sea mayor al de perder a un puñado de industriales poco preocupados por el futuro del planeta. Una de las ventajas de vivir en democracia está en que podemos elegir a nuestros gobernantes. Nuestro compromiso debe ser elegir a aquellos que estén preocupados y ocupados en hacer algo por resolver los problemas del medio ambiente y que tengan estrategias claras para poner en orden las actividades humanas nocivas para éste. Porque es cierto, de nada sirve toda la conciencia ambiental sino trasciende al ámbito de la toma de decisiones. Es decir, tanta alharaca a favor del medio ambiente debemos llevarla con contundencia al terreno político, donde al fin y al cabo se concretarán estos esfuerzos. Ojalá las voluntades unidas de este día sirvan para presionar a los gobiernos del mundo a actuar.

Jerr.
Octubre 15, 2007.

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