octubre 06, 2007

Creo que fue así

Creo que fue así. Ahora ya no lo recuerdo tan bien como hace unos meses, a lo mejor semanas. Simplemente sé que ocurrió, pero ya no sé que tan bien podría recordar los matices. La cosa es que amé, odié y ahora lo recuerdo. Hoy en la mañana, mientras me bañaba, recordé a aquel joven del que me enamoré hace más de un año. Fue algo verdaderamente fugaz. Todavía hoy me preguntó cómo fue posible que yo tuviera una relación así a estas alturas de la vida. Y es que uno nunca decide en esto, se deja llevar y ya. “¡Estúpida! ¡Estúpida!”, me dije a mí misma muchas veces. El caso es que me enamoré de un chico diez años menor a mí. Diez años menor a mí. Mi mejor amiga, la muy tonta, se asegura de recordarme que no eran diez, sino nueve. Bueno. ¡Qué más da! El caso es que era un niño y yo una estúpida pensando que era divertido, primero, y que amaba como jamás lo había hecho, después. Efectivamente, fui una estúpida. No sabía en lo que me estaba involucrando y no pensé en lo que podría ocurrir. Sólo fue y ya; así es esto del amor, siempre lo he sabido. Al menos lo supe desde la primera vez que me rompieron el corazón y otras cosas. La cosa es que lo he sufrido desde entonces y, según yo, no lo he logrado olvidar.

Todo fue tan intenso. Él entró, después que yo, a trabajar a la oficina. Hacía sólo un par de semanas que yo acababa de entrar a trabajar ahí, pero mal que bien ya me había entendido con mi entorno y los compañeros. Me sentía satisfecha de haber logrado el puesto de gerente en la empresa y todo salía como quería. Realmente me había enfocado a tener la más exitosa de las carreras profesionales y lo iba logrando. Eso, desde luego, influyó en mi vida personal, pues, al cabo de los años, me encontré sola sentimentalmente. Al principio no era difícil lidiar con ello. Soy una mujer guapa y nunca ha faltado quien muestre interés en mí. Al principio, los hombres me seguían aún. Mis amigos de la universidad me invitaban a salir y yo todavía me daba el lujo de decir no. Con el tiempo esto cambió. Perdí contacto con los de la universidad, cuando me fui a hacer una maestría a Europa. Ahí tuve un amorío casi casual con un español que, en un par de semanas, ya no quiso saber de mí. Así como así. Tan sencillo como usar una prenda un par de días, sentir que no te ajusta muy bien y mandarla al rincón del clóset. En este caso, me mandó a otro lado. Cuando volví a mi país, me encontré con que todos los hombres, que me parecían atractivos, estaban ya casados (y en la mayor parte de los casos con mujeres por las cuales yo no daría ni un peso). No me preocupaba aún, porque imaginé que nada le sería negado a una mujer única como yo. Los años pasaron y me encontré sola. Los fines de semana, cuando estaba sola en mi apartamento, lloré incontrolablemente tantas veces. Recordé mi época de la adolescencia cuando la urgencia de tener un pareja es tan grande. Claro, cuando uno es joven y descubre los asuntos del amor se vuelve aficionado de por vida. Como en toda afición, al principio no puedes dejarla de lado. Debes saciar eso de algún modo y no puedes estar dos semanas sin alguien a tu lado porque sientes que se te acaba el mundo. Después, uno va madurando y se da cuenta que hay otras cosas, y que no todo es tener a alguien ahí necesariamente para que te llene. En aquellos días conocí a este joven y me hizo recordar tanto mi época de adolescente. En un inicio, él moría por mí. Hombres. Siempre lo hacen. A veces parece que no sienten nada y otras que sienten todo. A veces quieren dar la vida por una y a veces quieren sólo pasar la vida con una. A veces nos hacen felices y la mayoría de las veces nos hacen sufrir tanto. Es que no entienden, pero eso sí: nosotras somos las culpables.

Un día él se acercó a mí de una forma distinta. Hasta entonces, habíamos mantenido una muy amable relación de trabajo, pero nada más. Me caía muy bien y algo en aquel chico de veintitrés años me atraía, aunque nunca me planteé nada más. Siempre me pesó el hecho de tener treinta y dos años, lo cual implicaba llevarle nueve años de vivencias, experiencias y madurez. Pero, un día él se acercó a mí de una forma distinta. Me tomó por la cintura, acercó su boca a mi cuello y lo besó. Sentí que mi vida empezaba ahí y terminaba en un remolino de deseo reprimido por mucho tiempo. Yo volteé y lo besé. No me arrepiento de lo vivido a su lado.

Eventualmente, cuando todo parecía indicarme que no debía seguir, le dije que debíamos terminar. Era algo que me dolía en el alma, más que nada en toda mi vida y, sin embargo, tomé la decisión. A pesar de que, gracias a él, me sentía más joven y llena de vida, con un excelente humor cada día, con una sonrisa en mi cara, con un entendimiento de los vaivenes de la vida, tuve que dejarlo. Por él y por mí. Así lo pensé. Traté de obviar muchas cosas, pero la verdad es que cada quien estaba en distintos momentos de vida y mejor era que todo fuera como debía ser. Me suplicó porque no me fuera de su lado. Lloró, rogó y sufrió. Me dolía tanto verlo así, pero me tuve que hacer la fuerte y no complicar más las cosas. La verdad es que a mí también me dolía y no estaba muy convencida de lo que estaba haciendo. Sólo fue una corazonada la que me guió aquella vez. Fue un mes de estira y afloje, hasta que lo mandé al diablo un día, para que entendiera finalmente. Sufrí tanto su ausencia. Cada uno de los siguientes días me cuestionaba mi decisión y moría de ganas de llamarle y preguntarle “¿Cómo estás?”. Pero no lo hice, por su bien, debía dejarlo ir. Estaba tan deprimida. ¿Cómo podía haberle deshecho su vida? Él me lo había dicho: su vida era yo.

Con el tiempo me enteré que, a las dos semanas de terminar, él ya andaba con una chica de veinte años. Y su vida, dos semanas antes, era yo. Sí, claro. Ayer me lo encontré y me dijo que, tras este año y meses, se da cuenta que yo soy el amor de su vida, pero que eso no implica que no sea muy feliz junto a su novia actual (pequeño detalle). Hoy, al enjabonarme en la ducha, lo recordé con una fría sensación de odio, pero con una exaltación en el vientre y una presión en el pecho en los que no puedo dejar de pensar. ¿Qué significan?

A mis amigas.
Jerr. Octubre 6, 2007.

8 comentarios:

Nuria (líquida felicidad) dijo...

bien... aunque no sé si me agrada aunque me incomode, si me agrada porque me incomoda o si me incomoda que me agrade... ja

Anónimo dijo...

Ja HOMBRES!!! te hacen sentir miles de emociones con tanta intensidad que al final, te es dificil olvidar todas aquellas experiencias que a la vez te hicieron madurar.....

La soledad no es un asunto fácil, pero es aun más difícil luchar contra el llanto incontrolable que provoco una ilusión..., un sentimiento..., una mirada.... o incluso.... un simple adios

Vaya que sus sentimientos son confusos también, un dia nos aman y somos todo en su vida y al dia siguiente mientras lo recordamos, ustedes simplemente ya lo olvidaron todo... y continuan sin mas su vida. Es acaso que su amor solo dura unos instantes....????

Anónimo dijo...

Jerr, Creo que has logrado ese cometido, el captar la escencia de una mujer de 32 años... nunca he andado con alguien menor a mi... jajaja imaginate cambiarle los pañales a escuincles de trece...

Aunqué también algunos que pasan de los 25 que aún tienen que ir acompañados al baño...

Sentí esa presión en el vientre y en el pecho anoche... y me acuerdo, y la vuelvo a sentir...

Todos hijoseputa.

Anónimo dijo...

Bien jerr! no sé, me deja una sensacion rara, digo, ni tengo 32 años, ni he andado con alguien menor q yo, pero estas cosas del amor y del desamor siempre pegan.. creo q es un exceso de empatia o el hecho de ser mujer y creer en algun momento q todos los hombres son iguales..talvez si, talvez no...

Anónimo dijo...

Promes tan buen escritor, ese final fue muy bueno y si es cierto muy masculino lo hiciste...tan efimeros que son sus sentimientos eternos.

Nuria (líquida felicidad) dijo...

Respondiendo un poco mejor a tu pregunta de esta mañana en el pasillo... lo que me incomoda es el concepto de "todos los hombres son iguales", como si fueran moldes de seres que se dedican a abandonar y hacer sufrir... no, no creo que todos los hombres sean iguales, las mujeres tampoco somos todas iguales, ni nos enamoramos con facilidad por un guiño y nos sentimos destrozadas por cualquier cosa... de hecho, en algunas ocasiones los "papeles" se invierten... en fin, más bien lo que me gusta es la sensación en la panza... muy bien descrita... jaja

Jerrophus VII dijo...

No lo tomemos como estereotipos. En este caso, efectivamente, le tocó a las mujeres, pero como ya se habrá visto en otros de mis textos, le ha tocado a los hombres. En fin, esto varía, porque en el amor no hay nada constante. Creo que ahí sí puedo asegurar que eso es un hecho.

Nuria (líquida felicidad) dijo...

Coincido plenamente... sólo me incomodaba que se pudiera prestar a la interpretación de estereotipos, porque sé que no era esa tu intención... sí, sí... esa era mi incomodidad... definitivamente, hay de casos a casos, jajaja