octubre 07, 2007

Lectura dominical

Les voy a contar un secreto. No es algo escabroso ni incontable, más bien no se lo había contado a nadie hasta ahora. A finales del año pasado, reapareció en mi vida un personaje del pasado, alguien a quien quise mucho y aún lo hago, aunque en una forma distinta a lo que fue. En aquel entonces pasaba por un momento difícil y entendí (ya antes había tenido serias sugerencias de ello) que la vida no era casual. La susodicha persona llegó a mi vida y me dio apoyo moral, de ese que es invaluable en esos momentos. Entre sus esfuerzos por ayudar, me prestó el libro El búfalo de la noche de Guillermo Arriaga. Hacía poco que ese libro había sido publicado. La cosa es que el libro me encantó, pues llegó a llenar (en parte; mejor dicho, a dar cierto entendimento a aquel momento, también en parte y por alguna extraña razón) el vacío en que me vi inmerso entonces. Quizás Arriaga nunca ganaría un premio de literatura por este texto, dados los estándares que se acostumbran, pero es una muy buena lectura. De hecho, se convirtió en un libro predilecto y, para mí, eso no necesita explicaciones. Hoy, al buscar el dominical periódico en Sanborn's, lo vi ahí, en un estante: la cuarta edición del texto. Lo compré, porque quería tenerlo para mí (recuerden que mencioné me fue prestado) y la persona que me lo prestó, de repente, salió de mi vida. Sé que no ha salido del todo, sólo que ya no será tan fácil verla y contactarla. Sé que salió la película. No la he visto, porque pretendo mantener la imagen literaria que llevo en mi mente. Las películas suelen acabar con eso, regularmente. Hoy volví a leerlo como la primera vez y, por unos instantes, me perdí en la foto de la portada, la foto de esa mujer en aquel cuarto de motel. La imagen que, hace casi un año de que lo leí por primera vez, hizo brotar lágrimas de mis ojos y que, hoy, hizo que soñará con el ayer. Los dejo con un fragmento:

Cerré la llave de la regadera y todavía mojado me dirigí al cuarto. Miré a mi alrededor: quedaba todo y nada de ella: la toalla con la cual se había secado, botada encima del buró; las marcas de sus pisadas húmedas, desvaneciéndose en la alfombra; un cepillo para pelo olvidado junto a la luna del espejo y la cama revuelta donde horas antes habíamos hecho el amor.
Me senté sobre el colchón. En la sábana, a un lado de las manchas de sangre, Tania había escrito con plumón negro: "te amo más de lo que crees".
Desgarré la sábana valiéndome de los dientes y me llevé el trozo de tela con su sangre.

Guillermo Arriaga, El búfalo de la noche.

1 comentario:

Osvaldo Antonius dijo...

Si, lamentablemente yo si ví la película, leeré el libro, se me hace que manejan muchisimo mejor la trama ahí, en fin. Yo creo que Arriaga es muy buen contador de historias, pero hay que tener una mayor visión para plasmarla en cine.