La verdad sea dicha, sí creo en lo inexplicable y lo que está más allá de lo evidente. (Risa.) Como creo que siempre ocurre, hasta que no lo vives en carne propia, no lo empiezas a creer de verdad. Igual das el mentado "beneficio de la duda", pero hasta ahí. Bueno, tan sólo como un ejemplo (quizás innecesario, pero siempre hago este tipo de cosas; ya saben cómo soy), hubo un tiempo en que dudé con amplitud y renegué con vehemencia de la existencia de Dios. En parte por ser un fácil vulnerable a los dictados de una mujer (siempre pasa), en parte porque me sentía "Juan Camaney". Esto, ya muchos lo saben, me llevó a involucrarme con el panteísmo y, bueno, ocurrió que un día, de esos depresivos míos, estuve al borde de hacer una de mis tonterías (pero a la décima potencia) y pasó algo que en mi fuero interno no dejó lugar a dudas: Dios existe. Algún tipo de ser superior existe. Nada que todos somos en parte Dios ni nada de argumentos fáciles y chabacanos. En fin, la intención era mostrar que suele pasar lo siguiente: hasta que no vives algo en carne propia, no lo crees. Y es entendible pues, por lo regular, uno necesita de "pruebas" sobre las cosas. Posiblemente sea inherente a un mundo como el contemporáneo, pero eso ya es harina de otro costal.
Volveré al propósito inicial de este texto: hablar de una historia de terror de la vida real. Bueno no sé si sea verdaderamente "terrorífica", pero sé que entienden a lo que me refiero. Es decir, una historia sobre fantasmas y entes de lo paranormal. Unos tíos (hermanos de mi madre) viven en un fraccionamiento de los suburbios metropolitanos. Mi tío acostumbra coleccionar antigüedades, una afición en la que ha gastado "sus dineros" de solterón cincuentón. Ocurre que, así como dicen por ahí, en esa casa espantan. Yo tengo la impresión que el hecho de tener una casa atascada de antigüedades influye en esto, ya que me imagino que, se quiera o no, uno debe dejar algo de su energía en los objetos que poseyó. Entonces, debemos considerar que esa casa aglutina las viejas pertenencias de muchas personas, que vayamos a saber en qué condiciones "pasaron a mejor vida". Planteémoslo así: En esa casa pasan cosas inexplicables para el grueso de los más escépticos. Así, hubo un tiempo en que esa casa estaba más habitada que de costumbre. Hoy por hoy, viven una tía y un tío, que son hermanos, y un primo, que no es hijo de ninguno de los tíos que ahí viven. (Historias familiares mucho más intrincadas que cualquier novela de Televisa.) Les decía que por un tiempo ahí vivieron, además de los ya citados, otro tío con su esposa y su pequeño hijo. Y fue cuando todo se desató...
Basta. Esto está tomando tintes de "Cañitas". No, para nada. Aunque será algo largo, sólo haré un recuento de las distintas "cosas inexplicables" que ocurrieron en un período en específico, hace unos doce, diez años. Un día macabro las cosas se pusieron aún más raras. En la casa siempre habían habido ruidos extraños y sensaciones poco placenteras, eso que se le dice "pesadez" en el ambiente, pero nada más. Pareciera ser, por los recuentos familiares, que todo empezó cuando llegaron mis tíos con su pequeño hijo a vivir a la casa. Quizás molestaba al fantasma que hubieran más habitantes o vayan ustedes a saber. Habían más ruidos, las cosas cambiaban de lugar, las cosas se rompían de repente. Todo empezó a subir de nivel, por decirlo de alguna forma. Hasta que una noche, estaban todos en sus cuartos, cuando tocaron a la puerta... ¡de todos los cuartos! Todos salieron y se miraron sorprendidos entre sí. Después pasó que un antiguo Pinocho hablaba con mi pequeño primo y le decía que hiciera travesuras. Se dio la orden de deshacerse de él, pero como siempre ocurre en estos casos, la estupidez se impuso y sólo lo guardaron. Un día, el Pinocho se apareció ineditamente en la cama de mi tío, el coleccionista y dueño de la casa. El Pinocho fue destruído. Otro día, la suegra del tío recién llegado estaba sola en la sala y vio pasar a un hombre de capa negra y sombrero negro. Pensando que era su yerno, le dijo a su hija que el "sangrón" había llegado ya, que venía disfrazado. Al buscarlo, nunca encontraron a nadie en la casa.
Los siguientes días el "ente" (o lo que fuera, pero lo llamaremos ente) se manifestó con mayor fuerza. La tía, que siempre vivió ahí, pudo ver como un hombre de las mismas características del visto por la suegra de mi tío, pasaba frente a ella. Algo imposible pues la ventana de la cocina da a un patio, que se encuentra seis metros hacia abajo de la ventana. Ya era cosa común ver pasar al ente por la casa, pero de una forma rara. Veían pasar las manos, el cabello, alguna parte del cuerpo, pero nunca lo veían pasar completo. Dicen que cuando estaban muy sugestionados veían más del cuerpo, pero llegó el día en que alguien sí lo vio completo. Esa tarde mi tío, el recién llegado, llegó cansado del trabajo, pero más cansado por las vivencias de la casa. Estaba ya muy asustado, bajó las escaleras hacia su recámara y en el pasillo pudo ver al ente. Completo. Mi tío se volteó para correr en las escaleras, pero dice "se le subió el muerto" que no lo dejó seguir y, según él, le sopló al oído un aire frío. Hoy es día que aún recuerda la experiencia fantasmal. Finalmente, un amiga de mis tías fue a visitar la casa. No había nadie en casa, más que la sirvienta. Para la muchacha del servicio no le resultaba problemático dejar entrar a la amiga, a quien ya conocía y sabía que era una amiga de todas las confianzas. La amiga se instaló en la pequeña sala de la recámara de mi tía a esperar. La muchacha siguió con sus labores. Un grito se oyó por la casa. Inexplicablemente, la amiga estaba siendo literalmente arrastrada ante la mirada inaudita de la sirvienta. La subieron por las escaleras y la dejaron en el patio principal. Las dos salieron huyendo de la casa. Al llegar mi tía, encontró la casa vacía con las puertas abiertas y se asustó. Buscó a la muchacha del servicio, al no encontrarla pensó lo peor. Imaginó que la muchacha había robado la casa, pero no, todo seguía intacto. Pasó mucho tiempo. Nunca volvió a saber de la muchacha. Se volvió a encontrar a su amiga en un centro comercial, quien le contó todo lo sucedido. Su amiga nunca ha querido regresar a la casa. Ante tanta cosa, hicieron una reunión familiar en la que se habló lo sucedido. Todas las mujeres de la familia de mi madre confesaron algo que les apenaba y nunca habían dicho. Todas habían soñado haber sido violadas, al quedarse en la casa. Para rematar, por un hombre de las características del que había estado apareciendo. Llamaron a un sacerdote para bendecir la casa. El sacerdote era muy viejo y no aguantó. Cuentan que el agua bendita prácticamente desaparecía al tocar el piso y el sacerdote tuvo que irse a los escasos minutos de empezar, porque no podía con la "pesadez" del ambiente. Los tíos recién llegados y el niño se fueron de la casa.
Dudo que haya sido un caso de psicosis colectiva. No son todas las historias las aquí contadas, sino las más relevantes. No creo que mi familia materna se hayan inventado todo esto para llamar la atención nada más. Ustedes podrán creerlo o no. Me constan algunos hechos "inexplicables", como un sillón que siempre ha decidido que los cojines deben estar como él quiere. Los acomodas, sales del cuarto, regresas en cinco minutos y ya están desacomodados. Investigaron y resultó que en las tres casas aledañas también ocurren "hechos inexplicables". Según esto, cuando se construyó el fraccionamiento, unos albañiles violaron y asesinaron a una joven. Esa es la "explicación" a lo inexplicable. Las cosas volvieron a la "normalidad" cuando los tíos huéspedes y su hijo se fueron de la casa. Los ruidos siguen. Se oyen voces. Ya no aparece el "ente". Mi tío sigue coleccionando antigüedades. La "pesadez" en el ambiente seguirá siendo la constante y el motivo para recordar que hay cosas que sencillamente no pueden explicarse.