julio 02, 2007

Eso de la adultez

Apenas hace unos cuantos años veía muy lejos eso de la adultez. Vivía mi vida sin preocupaciones, siempre al día, siempre divertido, siempre "valemadres". Veía lejos el momento de asumir responsabilidades. Evidentemente, existían las obligaciones (me parece que éstas inician a muy temprana edad, aunque no sean tan exigentes como las del adulto, pero las hay; la diferencia estriba en las obligaciones con enorme carga de responsabilidad). En fin, hoy por hoy las cosas son complicadas.
Extraño los días simples. Extraño aquellos días en los que podía levantarme sin una sola preocupación en la cabeza, aquellos días en los que podía salir a la calle pensando: "¿Qué voy a hacer el día de hoy?" Hoy no hay preguntas, hoy hay afirmaciones: "Tengo que hacer esto, tengo que llamar a tal, a la 1 al gym, tengo que ir a la reunión de las 6, tengo que escribir esto y aquello, antes debo visitar a éste, pero antes quizás me conecte un rato a revisar pendientes, despejarme un poco y ordenar mi mente, debo hablar para confirmar la conferencia de pasado mañana, en la noche voy con tal..." Extraño los días simples y las ideas vacías de compromiso. Extraño la irreverencia y el desmadre. Pienso que, a veces, puedo rescatar algunos de esos momentos, pero ahora debo pensar no sólo en mí, sino que mis decisiones inevitablemente implican a terceros. Siempre amé la política y ahora que la vivo es difícil entender por qué debo siempre cuidar lo que digo, pensar dos veces la frase que podría ser espontánea, cuidar con quién me siento a tomar un café o con quién me detengo a hablar por más de cinco minutos. Es preocupante saber que mis decisiones profesionales, buenas o malas, implican consecuencias para muchas personas más de las que suelo imaginar. También me preocupa ya no aguantar la fiesta hasta la mañana del día siguiente; encontrar que a las dos de la madrugada estoy casi muerto y quiero volver a mi camita.
Creo que uno de los grandes saltos para llegar a la adultez (lo cual no necesariamente implica llegar a la madurez, ojo) es la llegada a la universidad. La que sea, son detalles, aún cuando haya detalles verdaderamente significativos. A partir de ese momento se captan nuevos horizontes en el campo de la responsabilidad. Ya no es sólo ir a la escuelita y pachanguear bastante, estudiar poco y salir bien librado. Ahora es tiempo de comprometerse con lo que uno va a hacer de por vida, en la mayoría de los casos. Es más, me atrevería a decir que la primera prueba de la adultez se da cuando uno toma la decisión sobre la carrera profesional que uno quiere. Bueno, todo entra en el paquete llamado "universidad", pongámosle esa etiqueta. Y, por supuesto, uno de los mayores dramas (éste sí ya bien característico de la adultez) se da cuando uno va a terminar la carrera (momento actual de mi persona) y uno se plantea: "¿Qué sigue?"
Hace unos años desperté y me encontré con un sentimiento llamado amor. Desde entonces, gran parte de mi vida gira alrededor de ese sentimiento, de las relaciones consecuentes y del enfoque que hay que darle a éstas: las soluciones que se merecen, las desilusiones que provocan, el sufrimiento que lastima, los anhelos que inspiran, las enseñanzas que dejan. Y ahí voy, como todo ser humano, viviendo y amando. Así se resume todo esto. Uno llega a una etapa en la vida, en la cual pareciera que todo se remite a querer y ser querido. Siempre lo hemos sido y lo hemos hecho. Siempre uno se ha criado en un entorno relativo de amor, es decir, uno tiene gente cercana, como la familia o los amigos, en que el amor es un sentimiento latente. Sin embargo, uno busca engancharse en las relaciones de amor con personajes ajenos, sin vínculo cosanguíneo o afinidad fraternal alguna. Entiéndase que nos buscamos relaciones que implican a un par de personas -que incluso pueden no ser afines, pero que hay "química"- donde seguro saldremos muy raspados, pero ahí estamos. Y, entonces, todo se complica, porque la vida de uno ya no es sólo de uno (nunca lo es, pero lo dimensionamos hasta que encontramos una pareja sentimental), la vida propia ahora se entiende a partir de la vida del otro. Incluso hay ocasiones en que no se puede concebir la vida propia sin la existencia del otro. (Craso error, cabe decir.) Esto se da en los albores de la adultez. Cuando se asume como inherente a la vida misma, quizás y sólo quizás, se llega a la adultez, pero es dudoso que se resuelva jamás el problema del amor y su dimensión fundamental en la vida humana.
Así es la adultez, llena de complicaciones. Seguramente, por esto es la añoranza de la niñez. La simple niñez donde perder un juguete ya era un problemón, pero que se resolvía al descubrir una forma distinta de divertirse. Porque no había necesidad de las cosas, simple y sencillamente, para todo había opciones. Hoy por hoy existen las opciones, la diferencia es que los adultos cerrados no podemos verlas. De hecho, lo más complicado de la vida del adulto son las opciones. En primer lugar, buscamos las opciones (sobre lo que sea). Después, cuando las encontramos, tardamos días, meses, años, hasta décadas, en decidirnos por una de las opciones. Y, al final, cuando elegimos una, constantemente estamos evaluando si fue la decisión correctar elegir esa opción. Cuando el día llega, paradójicamente, morimos y no se nos dan opciones. Ocurre y ya. Tontos adultos que no volteamos a ver a los pequeños infantes, tan simples y tan carentes de experiencia, que debemos guiarlos para que no cometan tonterías, pero, aunque en gran parte es cierto, perdemos la capacidad de entender que la niñez goza de la espontaneidad de asumir opciones sin tanta alharaca. Simplemente viven y dejan vivir. Sus enojos son de un día a lo mucho, no saben de rencor ni de venganza. Sus preocupaciones las dejan ir y no sufren, porque ¿cómo para qué?
En fin, eso de la adultez es complejo. Posiblemente, dadas las observaciones cotidianas, es tiempo de ir diciendo que esto de la adultez es bien complejo.
Jerr. Julio 2, 2007.

2 comentarios:

Carlos Martínez Velázquez dijo...

Es verdad, eso de la adultez te genera una serie de conflictos insospechados, sobre todo cuando empiezas esa etapa. Antes de que así suceda, tendemos a pensar que todo se puede o que hay cosas que sólo dependen de la voluntad propia... sin embargo, como bien señalas, hay cosas en las que nuestra voluntad se vuelve secundaria ante las restrcciones externas qeu enfrentamos. Sabes que también me encuentro a poco de salir del Instituto, sin embargo creo que estoy contento pues traté de hacer algo que un profe me dijo mi primer día en el ITAM, me contó una historia que va como sigue: "Un día lalito iba imaginando su vida futura, pensaba en lo inmensamente rico que podría llegar a ser. Sin buscarlo, lalito se encuentra una lámpara mágica de la que sale un genio, y nuestro amigo externa su desea de riqueza. El genio le dice que al día siguiente recoja todas las piedras que encuenre en su camino, y le advierte a la mañana siguiente amaneceras con un sentimiento feliz y uno triste. Lalito queda desconcertado, sin embargo, al día siguiente recoge muchas piedras que las va guardando en una bolsa. Después de una ardua jornada lalito se va a dormir y a la mañana siguiente efectivamente tenía un sentimiento feliz, pues todas las piedras se habían convertido en piedras preciosas y oro, pero también tenía un sentimiento triste, pues no había recogido más piedras". Creo que hemos recogido todo lo que hemos podido, por lo que tu mañana siguiente, la adultez, estará llena de sentimientos felices. Saludos y Abrazos

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