julio 12, 2007

El suicidio

Ahí estaba yo, recostado en la tina de baño con el cuchillo apuntando a mis venas de la muñeca derecha. Había pensado en algo muy clásico, elegante y artístico. Cortarme las venas y desangrarme a morir, aunque trillado, me pareció la mejor opción. Y así, me preparé mentalmente aquella fortuita mañana.

Estando en la tina, pensé en tí. En las tantas alegrías que me has traído a mi vida. En la sonrisa, que dibujaste en mi cara, aquella primera vez que hablé contigo. En la forma en que me haces sentir cuando estoy a tu lado. Pensé en que, cuando entraste a mi vida, todo empezó a permearse de felicidad. De alguna manera, siempre hemos sido compatibles pero complementarios. No sólo es llevarnos bien, sino que juntos nos hacemos mejores personas. Compartimos gustos e intereses, a distintos niveles, ciertamente. En las mismas cosas somos buenos, pero en ellas uno más que el otro; uno comparte su excelencia en algo con el otro y el otro, a su vez, comparte lo que le sobra. En fin, hemos tenido una relación en la que la felicidad no es lo que falte. Me encantan esos días que, al terminar una frase, nos quedamos callados, volteamos a vernos y reimos. En nuestros pensamientos completamos lo que queríamos decir y, al voltear y cruzar miradas, sabemos que el otro sabe, pensamos que el otro ya pensó lo que yo estoy pensando. Obvio, por eso reímos. ¿Es que estamos tan compenetrados para lograr esto? ¿Es que existen las susodichas "almas gemelas"? No sé. Sólo me he dejado llevar en este vórtice de sentimientos positivos y no quepo de dicha cada mañana, al reconocer en tí la alegría de mi vida.

Desde el primer día que me fuiste presentada, no ha pasado un sólo día sin que uno de mis pensamientos sea para tí. Y la verdad es que no escatimo al respecto. Definitivamente, lo hago con todo gusto, pues no es un favor, es casi una necesidad. Es un paliativo para un alma que alguna vez estuvo desesperada. Es una exigencia que me ayuda a ser mejor; reconocer en mí la posibilidad de querer a algo o alguien de la manera que lo hago contigo, me provoca una inmensa satisfacción y, también, un fuerte compromiso. Un compromiso autoimpuesto, felizmente autoimpuesto. Ser mejor cada día, dar lo mejor de mí, crecer como persona, enredarme en asuntos amorosos y sujetarme al impredecible destino. ¡Qué maravilla! ¡Has logrado darme motivos de nuevo! Entonces, ¿qué hago con este cuchillo a milímetros de mis venas? ¿Qué hago intentando zafarme de la felicidad que fluye por ellas, gracias a tí? Al final de cuentas, quererte, como lo hago, ya es un acto eminentemente suicida.

Sabes que es pa' tí.
Jerr. Julio 12, 2007.

2 comentarios:

Nuria (líquida felicidad) dijo...

"Love is suicide..." Es raro como podemos expresar sentimientos tan personales en un medio público... Saludos!!

Jerrophus VII dijo...

Básicamente creo que somos ciber-exhibicionistas.