enero 25, 2009

Un fragmentito de El nombre de la rosa

La risa es la debilidad, la corrupción, la inspidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones... Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelaros en contra del orden querido por Dios, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden... al final de la comida, después de haber vaciado las jarras y botellas. Elegid al rey de los tontos, perdeos en la liturgia del asno y del cerdo, jugad a representar vuestras saturnales cabezas abajo... Pero aquí, aquí... -y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando-, aquí se invierte la función de la risa, se eleva a arte, se le abren las puertas del mundo de los doctos, se le convierte en objeto de filosofía, y de pérfida teología... [...] Pero la iglesia puede sorportar la herejía de los simples, que se condenan por sí solos, que se condenan por sí solos, destruidos por su propia ignorancia. [...] Que la risa sea propia del hombre es signo de nuestra limitación como pecadores. ¡Pero cuántas mentes corruptas como la tuya extraerían de este libro la conclusión extrema, según la cual la risa sería el fin del hombre! La risa distrae, por algunos instantes, al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. [...]

Umberto Eco, El nombre de la rosa.

1 comentario:

IZ dijo...

Gran libro, grandísimo. Es impresionante como las páginas, que no son pocas, se pasan como agua. ¡Qué bien que lo estés leyendo! Te mando besos :O)