A veces cometemos un error. Para uno, imperceptible e inconsecuente. Para alguien más, terrible y devastador. Yo no sé qué hay al respecto. Sólo sé que me ha ocurrido y mi vida ha dado giros completos por esos pequeños, sencillos e indescriptibles errores, que para mí eran poco y lo resultaron todo.
Uno se arrepiente. Busca enmendar el rumbo. Intenta el consuelo. Le apuesta a la rectificación. En ocasiones, resulta, pero a veces simplemente acaba por empeorarlo todo.
Me ha pasado. Llevo los lastres de ello en la piel, en el alma, en la vida. No sé bien si algún día podré resolverlo. Quizás nunca y esa laceración, que no puede ser vista por los demás, se guarda tan profundamente que jamás te dejará.
Así tiene que ser cuando es. Yo no lo entiendo; quisiera hacerlo.
El error imperceptible e inconsecuente terminó por cambiar rotunda y transcendentalmente mi vida. Sin siquiera darme cuenta, al ser impulsivo e irreflexivo, destrocé parte de mí, de alguien más, de otros tantos. Una bola de nieve en la existencia del universo, en el camino del destino, en la globalidad de la vida, por un simple pero irremediable error que cometí.
marzo 08, 2009
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